lunes, 22 de agosto de 2011

La piel, reflejo de las emociones


La frágil armadura que cubre al ser humano revela como un libro abierto estados de ánimo, emociones o problemas de salud. Muchas afecciones de la piel hunden sus raíces en trastornos emocionales sin resolver. La piel funciona entonces como un sistema de alarma.
La piel funciona como un escudo protector frente a un mundo al que estamos expuestos de forma continua. En su ayuda acude el sistema inmunológico, que tiene la capacidad de reconocer a aquellas sustancias nocivas para el organismo y cuyo contacto puede provocar una respuesta cutánea.

Sin embargo, la alergia es, en ocasiones, un error en el reconocimiento de sustancias absolutamente inocuas por parte del sistema inmune. Esta reacción explica que surjan de pronto rechazos epidérmicos ante el polvo, el humo, los perros y los gatos, el polen de las flores o los conservantes.

Algunas afecciones cutáneas son motivadas por gérmenes oportunistas que aprovechan un lapsus de debilidad en el tejido para tomar asiento. La recuperación de la piel y sus secreciones son de vital importancia en la solución de muchas dermatitis.

Además, se distingue entre enfermedades propias de la piel y aquellas que tienen su origen en un mal funcionamiento de otros órganos vitales y que se expresan a través de la delicada envoltura que nos cubre. La piel funciona entonces como un sistema de alarma que alerta de que algo no va bien carne adentro. En todos los casos, su diagnóstico es difícil y su curación lenta.

Estados de ánimo

Pero la piel es sobre todo un sofisticado termostato de nuestras emociones. Muchas de las reacciones cutáneas (sudor excesivo, palidez, rojeces, urticaria, pruito...) delatan ansiedad, miedos, angustias y tensiones.

La persona feliz o enamorada irradia luz por sus poros, mientras que su epidermis se vuelve opaca ante situaciones de tristeza o desilusión. Los estudios demuestran que el 80% de las enfermedades de la piel tienen origen psicosomático.

El estrés es otro grave trastorno que encuentra su principal vía de expresión a través de la epidermis. El acné tardío, que afecta a mujeres entre 35 y 45 años con la aparición de granos antes del ciclo menstrual sobre todo en cara y cuello, responde, en muchos casos, a situaciones de cansancio y estrés.
La tensión nerviosa favorece la liberación de adrenalina y ésta actúa sobre las glándulas sebáceas, que captan las hormonas en exceso que hay en la sangre y producen mayor cantidad de sebo.

Víctimas de la alergia

La alergia acumula en sus víctimas una fuerte dosis de agresividad y muchas personas proyectan en los alérgenes o sustancias que la producen aspectos ocultos de la personalidad y carencias afectivas sin resolver.

Así, la repulsa cutánea ante los perros y los gatos, que suelen invitar a la caricia, pueden reflejar la necesidad de carantoñas que sufre una persona. El polen de las flores se identifica con la fertilidad o la procreación, y denota la insolvencia del alérgico para asumirla. El polvo, símbolo de la suciedad exterior, suele relacionarse con algo interior que no se puede limpiar.

Espejo del alma

El humo bien podría definir el pensamiento disperso que no se quiere concretar. El pruito y la urticaria manifiestan la irritación contra el mundo y las personas que la padecen suelen ser hipersensibles e incapaces de expresar sus emociones.

Más allá de sus causas físicas o químicas, los dermatólogos relacionan la urticaria con la depresión y ven en esta lesión cutánea una exteriorización emocional del que se siente abandonado a su suerte y muy irritado con la vida.

La psoriasis y la alopecia se manifiestan ante la desilusión, el luto o una grave pérdida emocional. Desde el punto de vista psicosomático, la epidermis que se escama de forma progresiva expresa el dolor de la falta y se recubre de escamas a modo de blindaje en un reclamo de aislamiento.